Fragmento de Protágoras de Platón


“…los que llevan las enseñanzas por las ciudades, vendiéndolas y traficando con ellas, ante quien siempre está dispuesto a comprar, alaban todo lo que venden. Mas, probablemente, algunos de éstos, querido amigo, desconocen qué, de lo que venden, es provechoso o perjudicial para el alma; y lo mismo cabe decir de los que les compran, a no ser que alguno sea también, por casualidad, médico del alma. Por lo tanto, si eres entendido en cuál de estas mercancías es provechosa y cuál perjudicial, puedes ir seguro a comprar las enseñanzas a Protágoras o a cualquier otro.

Pero si no, procura, mi buen amigo, no arriesgar ni poner en peligro lo más preciado, pues mucho mayor riesgo se corre en la compra de enseñanzas que en la de alimentos. Porque quien compra comida o bebida al traficante o al comerciante puede transportar esto en otros recipientes y, depositándolo en casa, antes de proceder a beberlo o comerlo, puede llamar a un entendido para pedirle consejo sobre lo que es comestible o potable y lo que no, y en qué cantidad y cuándo; de modo que no se corre gran riesgo en la compra. Pero las enseñanzas no se pueden transportar en otro recipiente, sino que, una vez pagado su precio, necesariamente, el que adquiere una enseñanza marcha ya, llevándola en su propia alma, dañado o beneficiado.”




martes, 30 de noviembre de 2010

La Calle Mayor. Revólver.



 La riada de gente es tan densa que cuesta trabajo caminar al revés.
Hay puestos en el suelo con ponchos, muñecas, todos hechos a mano, y también hay jerseys.
Con el brutal miedo que da el ser extranjero, los dos peruanos dicen "¿Cuánto es?"
a un tipo necio que, riéndose de ellos intenta sacarles un precio mejor.
Y cuando lo consigue se siente vencedor, triunfó en su batalla, su guerra y ley... en la calle Mayor.

Me da igual que seamos gitanos que payos, da igual si del norte o del sur,
pues la vida es la vida y los hombres son hombres aquí y en la calle Mayor.
Me da igual que seamos negros que blancos, me importa tan poco el color,
pues la vida es la vida y los hombres son hombres aquí y en la calle Mayor.

Hay negros que venden trastos inservibles
como un aspirador de esos irrompibles,
relojes de cuarzo, de esos digitales,
loros de mil watios pendientes, collares...
pulseras de marfil, hinchadores de ruedas,
altavoces pequeños de esos que no suenan.
Aquí nadie obliga a comprar nada a nadie,
tuyo es tu dinero y suyo el transistor.
La calle es de todos, da igual el lenguaje
y pasa la mañana en la calle Mayor

Me da igual que seamos gitanos que payos, da igual si del norte o del sur,
pues la vida es la vida y los hombres son hombres aquí y en la calle Mayor.
Me da igual que seamos negros que blancos, me importa tan poco el color,
pues la vida es la vida y los hombres son hombres aquí y en la calle Mayor.

Y hay un matrimonio vestido de domingo,
con un par de diablos que ellos llaman hijos. Van pisoteando los puestos y, al rato, uno de los negros le dice "Cuidado!"
y allí va ese padre con paso de ganso
mirando al extranjero de arriba p´abajo,
mientras que le grita:
"¡tú, negro de mierda, si tocas a mi hijo te abro la cabeza!"
Y la gente aplaude, batalla ganada contra el extranjero que vino del mar;
y cuando el chaval recoge sus telas piensa que hay más fieras aquí que en la selva
y que de nada sirve volver a intentar convencer al padre que ambos son igual.
Y en el barco de Orán hace frío y el chaval se siente por dentro fatal,
ha perdido de vista la costa y la noche asoma... y la noche asoma...
a la calle Mayor

Me da igual que seamos gitanos que payos, da igual si del norte o del sur,
pues la vida es la vida y los hombres son hombres aquí y en la calle Mayor.
Me da igual que seamos negros que blancos, me importa tan poco el color,
pues la vida es la vida y los hombres son hombres aquí y en la calle Mayor.




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